lunes, 18 de mayo de 2009

Los médicos colombianos y latinos cubren los destinos más duros

La doctora Yamile Castiblanco, anestesióloga colombiana trabaja en el Hospital del Maresme, está a la espera de la homologación de su título cuya solicitud presentó hace más de cinco años, sin ella, no es contratada en ningún hospital universitario, porque no puede impartir docencia y tienen vetado el acceso a los grandes centros --Clínic, Vall d'Hebron, Bellvitge, Trueta, Sant Joan de Déu--. En consecuencia, no hace investigación. "Académicamente, no valemos nada", resume Castiblanco.
Los técnicos el Ministerio de Educación saben que si cae en sus manos el expediente de un médico formado en la Universidad Nacional de Colombia --11 años de estudio y práctica para completar la carrera-- van a homologar las credenciales de un profesional bien preparado. Esos funcionarios conocen los planes de estudio de las mejores universidades de México, Colombia, Argentina o Chile y la procedencia de quien pide paso para ejercer en España siempre es un factor que influye en su decisión.
Los centros que los contratan --"trabajamos en Palamós, Campdevànol, Seu d'Urgell, Figueres, Blanes, Olot...", explica la doctora-- se aseguran de la calidad profesional de esos médicos investigando en sus hospitales de procedencia, y comprueban su nivel viéndolos trabajar. Pero eso no impide que les destinen los puestos difíciles, arriesgados y agotadores, que los médicos de aquí intentan eludir. "Los especialistas catalanes dejan de hacer guardia a los 45 años y todos los días, a las tres de la tarde, se van a casa --prosigue la anestesióloga--. Yo tengo 50 años y hago seis guardias al mes, en jornadas de 24 horas. Si usted se acerca a un hospital comarcal en fin de semana, solo encontrará médicos suramericanos".
Psiquiatras sirios en la cincuentena, de apreciable formación, o cirujanos argentinos y ecuatorianos de brillante expediente, atienden la puerta de admisiones de urgencias de esos centros, el punto considerado más "duro" dentro del área de emergencias. "La asistencia que prestan esos médicos es muy buena y el trato amable y cariñoso", dice la enfermera de un hospital barcelonés.

"Aquí todo son prótesis y abuelas con juanetes para operar", dice un pediatra nacido en Medellín (Colombia), acostumbrado a las guardias en su país, siempre con traumas violentos, heridas de bala o cuchillo, y cráneos abiertos. Esa no es la única diferencia que afrontar al llegar. Incluso el Vademécum es distinto: "Allí, la aspirina es distinta", asegura.
Todos lamentan ser un poco "de segunda", pero no expresan arrepentimiento por estar aquí. "Vivo feliz, sin pesares --dice, rotunda, Castiblanco--. Trabajo contenta, mi marido, cirujano, ha encontrado empleo, mi hijo estudia Ciencias Políticas en París y mi hija Medicina aquí... aunque no me reconozcan méritos, vivimos seguros. Por eso vinimos".
EL PERIODICO.COM

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